miércoles, 5 de enero de 2011
Jhoan Finol: La leyenda del Silbón
Jhoan Finol: La leyenda del Silbón: "El Silbón es un personaje legendario de Venezuela y Colombia, especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La ..."
La leyenda del Silbón
- El Silbón es un personaje legendario de Venezuela y Colombia, especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La leyenda del Silbón habría surgido a mediados del siglo XlX
- Descripción
- Se trata, según la leyenda, del fantasma de un joven que asesinó a sus padres, y por ello está condenado a vagar como un alma en pena eternamente con un saco lleno de los huesos de sus progenitores.
- Tiene un silbido característico que se asemeja a las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota si. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el silbón está lejos, pero si se escucha lejos es porque está cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora.
Leyenda
Versión 1 del Silbón
... Cuenta la leyenda que El Silbón recorre la región llanera con un silbido que estremece al ser escuchado. Confunde, pues cuando se escucha cerca es porque está lejos, y viceversa.
La señal confirmatoria de que el espíritu ronda el vecindario es un característico ruido de huesos que chocan unos con otros.
Se cree que los lleva en un saco, al hombro. Unos piensan que son los huesos de sus víctimas más recientes; otros, que pertenecen a su propio padre.
Para cuando se alcanza a oír el "crac-crac", sin embargo, tal vez es demasiado tarde.
Cuentan que hubo una vez un joven que descubrió que algo extraño estaba pasando entre su padre y su esposa.
Unos dicen que el viejo le pegó a la joven. Otros sostienen que la violó.
"Lo hice porque es una regalada", fue la explicación que el viejo dio a su hijo.
La leyenda sigue con que el joven estalló en furia, y se enfrascó en una pelea a muerte con su padre.
De los dos, el padre llevó la peor parte. El joven le asestó un fuerte golpe en la cabeza con un palo, que lo tumbó en el suelo, donde el hijo se le abalanzó y lo ahorcó.
El abuelo del joven, que escuchó de la pelea, fue en busca de la víctima, a todos los efectos, su hijo. El abuelo juró castigar al joven, su propia carne y sangre, por el horrendo crimen que había cometido... contra su propia carne y sangre.
Poco tardó en encontrarlo. Entonces lo amarró y le propinó una andanada de latigazos con un "mandador de pescuezo", típico del llano.
"Eso no se le hace a su padre...Maldito eres, pa´ toa´ la vida", le decía.
Para completar la sanción, le frotó ají picante en las heridas y echó al perro de nombre Turéco para que lo persiguiera. Hasta el fin de los tiempos le muerde los talones
Versión 2 del Silbón
Hay otra versión sobre los orígenes de El Silbón, pero no es más "amable".
... El Silbón era un joven consentido, a quien un día se le antojó comer "asadura" de venado (el hígado, el corazón y el bofe del animal).
Para complacerlo, su padre fue de cacería. Pero la jornada estuvo mala. Como se tardaba, el joven salió a buscarlo. Cuando lo halló con las manos vacías, decidió matarlo y sacarle la "asadura".
El abuelo juró castigar al joven, crimen que había cometido.
El hijo entregó las entrañas a su madre para que se las cocinara. Como no se ablandaban, la señora sospechó y avisó al abuelo.
El látigo, el ají y el perro entran a escena igualmente en esta historia. Son las armas con las que el llanero se defiende de El Silbón, pues huye de ellas como de la peste.
Se cree que le succiona el ombligo a los borrachos. Y que para con los mujeriegos, no tiene piedad: que cuando tropieza con uno, lo vuelve pedacitos y le saca los huesos.
Fuente wikipedia
Se da en las llanuras de Venezuela y Colombia y esta es la historia. aviso k es un poco larga pero es harto curiosa.
La región de los Llanos es una extensa zona de sabana, en donde habita gente muy pintoresca que en muchos sitios aún anda a caballo y vive de la tierra y del ganado; es una de las partes en donde las tradiciones se conservan más puras en toda Venezuela. En esta zona existen infinidad de cuentos y leyendas, pero la que a continuación describo es una de las más populares en todo el país. Existen varias versiones de ella, por lo que he tratado de conjugarlas todas en una sola historia.
Noche cerrada ya en el Llano. Teresa despide a su esposo Manuel quien se dispone a salir de viaje. Al mismo tiempo, Porfirio, hombre bebedor, mujeriego y apostador, observa su reloj calculando el tiempo prudencial en el cual puede acercarse sin peligro a casa de Teresa. Oportunamente, Teresa le informó que Manuel salía de viaje y éste espera la hora mientras tomaba un trago en un bar cercano al lugar de encuentro, del que es cliente asiduo. Porfirio disfruta imaginando el cuerpo desnudo de Teresa a quien le tiene el ojo puesto desde hace tiempo.
Bien entrada la noche Porfirio se despide de la gente del bar y se dirige a casa de Teresa. Casi llegando a su destino, ve una silueta entre las sábanas que se encuentran tendidas en el patio de Teresa, y se acerca pensando en llegarle de sorpresa a la mujer mientras ésta tiende la ropa. Mientras se acerca escucha un sonido, algo extraño, parece un silbido. Él se detiene para escuchar mejor. En efecto, es un silbido que sin razón aparente le produce un escalofrío que le recorre toda su columna vertebral.
Algo le dice a Porfirio que no continúe, que se devuelva, sin embargo el deseo va ganando la partida. Luego de un silencio empieza a avanzar nuevamente pero dos pasos más allá escucha el silbido más cerca acompañado de un ruido que Porfirio no identifica. Son objetos chocando entre sí, pero ¿qué tipo de objetos...? Porfirio no se atreve a avanzar más, está a punto de entrar en pánico. La lógica le dice que no existe motivo alguno para temer, pero su piel de gallina le dice lo contrario.
Escucha nuevamente: suena como... ¿huesos!? no es posible!
Sus sentidos se han agudizado ante el miedo y al observar otra vez la silueta que había notado al acercarse ve con terror que es una figura de forma humana, que en cuclillas como se encuentra sobrepasa por un palmo su propia estatura estando de pie, y que lleva a cuestas un saco a medio llenar. Porfirio no se da tiempo de más... la carrera que protagonizó de vuelta al bar es digna de un récord; y no es para menos, ya que siente (imaginación o no, no lo sabe realmente) que le están persiguiendo. Tras suyo, el perro de una casa vecina ladra con furia, pero Porfirio jura que no le ladra a él.
De regreso, el dueño del bar se preocupa enormemente por el semblante de Porfirio, quien en su palidez asemejaba a la luna que esa noche brillaba pero por su ausencia. Porfirio le cuenta al amigo lo sucedido con lujo de detalles (los que recuerda), quien al escuchar le responde: "Chico, por andar de mujeriego! a ti lo que te salió fué el Silbón! si lo único que te salvó fué el perro!".
Porfirio observa al dueño del bar algo incrédulo: "¿El Silbón? ¿quién es el Silbón?".
En respuesta el dueño del bar dice: "El silbón es un espanto de muchos que pululan la sabana, pero que tiene como distinción lo cruel. El Silbón no mata sólo del susto, mata a golpes y ahorcando a sus víctimas".
Porfirio pregunta: "Pero tú no crees en esas cosas, ¿no? esos son cuentos de vieja. ¡A mí lo que me persiguió fue otra cosa!"
A continuación el dueño del bar, a quien se le acercan otras personas interesadas por la conversación, comienza a contar:
"Cuenta la leyenda, que hace ya mucho tiempo un hombre muy jóven despreocupadamente vivía en compañía de su esposa, cuidando del ganado y de la tierra que a su abuelo y su padre pertenecían, y silbando tonadas a toda hora (costumbre muy propia del llanero). Este hombre, como todos, tenía sus defectos los cuales no le impedían guardar respeto por su familia. Sin embargo, si ese hombre hubiese notado antes lo que sucedía a sus espaldas, ese respeto por los valores familiares se hubiese trocado por cualquier otro tipo de sentimientos adversos hacia su progenitor y su mujer: desde que se casó, el padre se iba entendiendo con su nuera, quien se sentía halagada por las atenciones del viejo.
Al pasar el tiempo, la mujer iba perdiendo interés por su suegro mientras crecía el amor hacia su marido por el sentimiento de devoción que este le profesaba, haciéndose menos frecuentes sus encuentros hasta que cesaron por completo. El orgullo del viejo al verse continuamente rechazado fué generando sentimientos crecientes de pasión e ira hacia la mujer, a quien cada vez se le iba haciendo más difícil escurrírsele de las manos a su suegro. Llegado el momento, el viejo sin poder represar más ese instinto animal que le impuso su pasión por la nuera, la hizo objeto de una violación de la manera más violenta y humillante que su malicioso espíritu pudo haberle impulsado.
La mujer, quedó desmayada en el mismo lugar en donde se consumó tan cruel acto y en donde su esposo la encontró maltrecha y herida, aunque más en el alma que en cuerpo, lo que es dacir bastante ya. Queda claro que aquella mujer a quien él tanto quería no volvería a ser la misma. Varias veces intentó hacerla reaccionar para que le indicase quien fue capaz de hacer semejante brutalidad, sin embargo, la única respuesta de la mujer fue una lagrima corriendo por su mejilla, salida de sus ojos vacios por el dolor y la culpa.
El hombre se recriminó cualquier acto que contra su mujer hubiese cometido, y se maldijo por no haber estado con ella más continuamente... Ninguno de los peones o criadas dijo haber visto algo. Pero no importaba, ¡¡con ayuda de su padre él vengaría la desgracia de su mujer!! Tomó de inmediato su caballo y a galope se dirigió al pueblo, donde encontró a su padre apostando a las cartas, con la expresión del hombre triunfante.
- ¡Papá! ¡alguien desgració a mi mujer!
- ¿A esa regalada...!?
Esto último fue dicho con el mayor de los desdenes. El hijo tembló, sin saber si por rabia o por miedo, miedo de no saber que iba a hacer él mismo ante la respuesta que tan clara se veía venir.
- ¿Usted sabe algo papá...?
- Ella se lo buscó por regalada. Y sí le pegué, si eso me iba a preguntar...-
Lo siguiente fue un grito furioso, seguido de un fuerte golpe que el joven lleno de ira asestó con un palo a la cabeza del viejo, quien cayó al piso donde su mismo hijo, presa de la furia acabó con su vida ahorcándolo.
El hombre, ido de toda realidad se devolvió a su casa, pero sin apuro y caminando con el caballo tomado de la brida, recreando en su mente el trágico momento, odiando a su padre desde lo más profundo de su ser. En ese estado de abstracción llegó a su casa en donde se encontró con su mujer, a quien la zozobra de no saber qué estaba sucediendo le había hecho reaccionar.
- ¿Qué le hiciste?
- Lo maté, porque eso no se le hace a una dama...
Pero más había sucedido. El abuelo del hombre fue avisado de lo que pasó y llegó hasta el lugar en donde su hijo había sido muerto a manos de su nieto. De inmediato envió a sus peones a casa del asesino, ordenándoles que le trajeran a su presencia.
Tarde reaccionó el marido cuando le cogieron y amarraron, llevándole al sitio donde a su padre había ultimado. El abuelo le pegó latigazos en la espalda mientras le decía: "¡¡eso no se le hace al padre de uno!! ¡¡el papá de uno es sagrado!! ¡¡¡aprende!!!"- en las marcas que le iban pegando quedaron marcas en las que le echaron ají picante, para luego soltarlo y verlo correr. Soltaron a un perro amarrado con mucha hambre y con mal de rabia, que le alcanzó y lo mordió hasta dejarlo agonizando. Segundos antes de morir el abuelo le maldijo:
- Maldita tu alma, que lleva a cuestas la muerte de su padre y que no dejará de vagar eternamente sin conseguir el perdón! ¡¡que tu pecado sea tu condena!!"
- El hombre quien ahora es el Silbón anda penando y mata a aquellos hombres que son mujeriegos con el saco en el cual lleva los huesos de su padre y de sus otras víctimas. Quienes le han visto y han sobrevivido para contarlo aseguran que es un ser muy delgado que mide más de tres metros y el tono de su piel es rojizo. Nadie se explica por qué ha tomado esta forma, pero hay quien dice que así lo moldeó el mismo Diablo, para que su andar sea más rápido.
- Te salvó el perro Porfirio, pues a lo único que teme es al ají picante, al látigo y al perro, que fueron los que lo mataron.
Mientras esta historia contaba el dueño del bar, a Porfirio se le había pasado el susto ayudado por el alcohol y por una hermosa joven que acompañada de su marido había entrado al bar.
- ¡Puros cuentos! ¡Más aguardiente! - decía Porfirio mientras observaba descaradamente a la joven, quien le correspondía con miradas socarronas mientras su marido no se daba cuenta por estar metido en el juego.
A una seña de la joven Porfirio sale a la parte de afuera del bar bajo la mirada desaprobadora del dueño quien le advirtió:
- ¿No tuviste suficientes problemas por esta noche Porfirio? No busques más problemas, quédate aquí hasta el amanecer.
Haciendo caso omiso Porfirio sale del local. Afuera, se encuentran Porfirio y la joven, quienes luego de provocarse mutuamante con palabras comienzan a abrazarse. Pasados unos minutos y luego de desplazarse a un rincón apartado en donde ambos ya están casi desnudos, Porfirio siente en su cabeza el contacto frío del arma del marido de la joven. En un momento de descuido, en el cual el marido iracundo la toma con la esposa infiel, Porfirio escapa a toda carrera con la ropa en sus manos, no sin sentir detonaciones y zumbidos de balas pasando cerca de él. Pero ya Porfirio se ha salido con la suya, ha tomado la suficiente distancia y muy lejos ya del lugar se detiene a tomar aire y vestirse, orgulloso de su nueva proeza.
Pero algo hace que Porfirio detenga todo pensamiento: un silbido, igual al que había escuchado hace rato ya cerca de la casa de Teresa. Porfirio queda inmóvil, mientras percibe como a pocos metros chocan objetos entre sí, que se le antojan como huesos dentro de un saco. Porfirio siente el impulso de dirigir la mirada hacia el lugar de donde viene tan escalofriante ruido. A su mente llega la imágen de un hombre muy alto y de tez rojiza que le observa, esperando un movimiento de su parte.
La lógica de Porfirio no da crédito a esta imágen que su mente proyecta. El pánico le invade mientras voltea su mirada. Escucha un silbido que le obliga a mirar hacia arriba...
Al día siguiente es encontrado un cuerpo totalmente deformado por las mutilaciones y sin un hueso en su interior, en un recodo del camino que va hacia el pueblo. No es posible identificar a quien pertenece ese cuerpo sin efectuar algún tipo de exámenes médicos. Por un anillo que encontraron cerca del lugar se presume que es el cuerpo de Porfirio. Si es así, algunos piensan que pudo haber sido algún marido engañado de los tantos que desean ver muerto al personaje en cuestión, sin embargo, a la mayoría de los residentes del pueblo se les ve temor en sus semblantes, pero nadie quiere emitir una opinión franca de lo sucedido.
Y es que por más de cien años este tipo de muertes se han visto ocasionalmente en todo el llano...
La región de los Llanos es una extensa zona de sabana, en donde habita gente muy pintoresca que en muchos sitios aún anda a caballo y vive de la tierra y del ganado; es una de las partes en donde las tradiciones se conservan más puras en toda Venezuela. En esta zona existen infinidad de cuentos y leyendas, pero la que a continuación describo es una de las más populares en todo el país. Existen varias versiones de ella, por lo que he tratado de conjugarlas todas en una sola historia.
Noche cerrada ya en el Llano. Teresa despide a su esposo Manuel quien se dispone a salir de viaje. Al mismo tiempo, Porfirio, hombre bebedor, mujeriego y apostador, observa su reloj calculando el tiempo prudencial en el cual puede acercarse sin peligro a casa de Teresa. Oportunamente, Teresa le informó que Manuel salía de viaje y éste espera la hora mientras tomaba un trago en un bar cercano al lugar de encuentro, del que es cliente asiduo. Porfirio disfruta imaginando el cuerpo desnudo de Teresa a quien le tiene el ojo puesto desde hace tiempo.
Bien entrada la noche Porfirio se despide de la gente del bar y se dirige a casa de Teresa. Casi llegando a su destino, ve una silueta entre las sábanas que se encuentran tendidas en el patio de Teresa, y se acerca pensando en llegarle de sorpresa a la mujer mientras ésta tiende la ropa. Mientras se acerca escucha un sonido, algo extraño, parece un silbido. Él se detiene para escuchar mejor. En efecto, es un silbido que sin razón aparente le produce un escalofrío que le recorre toda su columna vertebral.
Algo le dice a Porfirio que no continúe, que se devuelva, sin embargo el deseo va ganando la partida. Luego de un silencio empieza a avanzar nuevamente pero dos pasos más allá escucha el silbido más cerca acompañado de un ruido que Porfirio no identifica. Son objetos chocando entre sí, pero ¿qué tipo de objetos...? Porfirio no se atreve a avanzar más, está a punto de entrar en pánico. La lógica le dice que no existe motivo alguno para temer, pero su piel de gallina le dice lo contrario.
Escucha nuevamente: suena como... ¿huesos!? no es posible!
Sus sentidos se han agudizado ante el miedo y al observar otra vez la silueta que había notado al acercarse ve con terror que es una figura de forma humana, que en cuclillas como se encuentra sobrepasa por un palmo su propia estatura estando de pie, y que lleva a cuestas un saco a medio llenar. Porfirio no se da tiempo de más... la carrera que protagonizó de vuelta al bar es digna de un récord; y no es para menos, ya que siente (imaginación o no, no lo sabe realmente) que le están persiguiendo. Tras suyo, el perro de una casa vecina ladra con furia, pero Porfirio jura que no le ladra a él.
De regreso, el dueño del bar se preocupa enormemente por el semblante de Porfirio, quien en su palidez asemejaba a la luna que esa noche brillaba pero por su ausencia. Porfirio le cuenta al amigo lo sucedido con lujo de detalles (los que recuerda), quien al escuchar le responde: "Chico, por andar de mujeriego! a ti lo que te salió fué el Silbón! si lo único que te salvó fué el perro!".
Porfirio observa al dueño del bar algo incrédulo: "¿El Silbón? ¿quién es el Silbón?".
En respuesta el dueño del bar dice: "El silbón es un espanto de muchos que pululan la sabana, pero que tiene como distinción lo cruel. El Silbón no mata sólo del susto, mata a golpes y ahorcando a sus víctimas".
Porfirio pregunta: "Pero tú no crees en esas cosas, ¿no? esos son cuentos de vieja. ¡A mí lo que me persiguió fue otra cosa!"
A continuación el dueño del bar, a quien se le acercan otras personas interesadas por la conversación, comienza a contar:
"Cuenta la leyenda, que hace ya mucho tiempo un hombre muy jóven despreocupadamente vivía en compañía de su esposa, cuidando del ganado y de la tierra que a su abuelo y su padre pertenecían, y silbando tonadas a toda hora (costumbre muy propia del llanero). Este hombre, como todos, tenía sus defectos los cuales no le impedían guardar respeto por su familia. Sin embargo, si ese hombre hubiese notado antes lo que sucedía a sus espaldas, ese respeto por los valores familiares se hubiese trocado por cualquier otro tipo de sentimientos adversos hacia su progenitor y su mujer: desde que se casó, el padre se iba entendiendo con su nuera, quien se sentía halagada por las atenciones del viejo.
Al pasar el tiempo, la mujer iba perdiendo interés por su suegro mientras crecía el amor hacia su marido por el sentimiento de devoción que este le profesaba, haciéndose menos frecuentes sus encuentros hasta que cesaron por completo. El orgullo del viejo al verse continuamente rechazado fué generando sentimientos crecientes de pasión e ira hacia la mujer, a quien cada vez se le iba haciendo más difícil escurrírsele de las manos a su suegro. Llegado el momento, el viejo sin poder represar más ese instinto animal que le impuso su pasión por la nuera, la hizo objeto de una violación de la manera más violenta y humillante que su malicioso espíritu pudo haberle impulsado.
La mujer, quedó desmayada en el mismo lugar en donde se consumó tan cruel acto y en donde su esposo la encontró maltrecha y herida, aunque más en el alma que en cuerpo, lo que es dacir bastante ya. Queda claro que aquella mujer a quien él tanto quería no volvería a ser la misma. Varias veces intentó hacerla reaccionar para que le indicase quien fue capaz de hacer semejante brutalidad, sin embargo, la única respuesta de la mujer fue una lagrima corriendo por su mejilla, salida de sus ojos vacios por el dolor y la culpa.
El hombre se recriminó cualquier acto que contra su mujer hubiese cometido, y se maldijo por no haber estado con ella más continuamente... Ninguno de los peones o criadas dijo haber visto algo. Pero no importaba, ¡¡con ayuda de su padre él vengaría la desgracia de su mujer!! Tomó de inmediato su caballo y a galope se dirigió al pueblo, donde encontró a su padre apostando a las cartas, con la expresión del hombre triunfante.
- ¡Papá! ¡alguien desgració a mi mujer!
- ¿A esa regalada...!?
Esto último fue dicho con el mayor de los desdenes. El hijo tembló, sin saber si por rabia o por miedo, miedo de no saber que iba a hacer él mismo ante la respuesta que tan clara se veía venir.
- ¿Usted sabe algo papá...?
- Ella se lo buscó por regalada. Y sí le pegué, si eso me iba a preguntar...-
Lo siguiente fue un grito furioso, seguido de un fuerte golpe que el joven lleno de ira asestó con un palo a la cabeza del viejo, quien cayó al piso donde su mismo hijo, presa de la furia acabó con su vida ahorcándolo.
El hombre, ido de toda realidad se devolvió a su casa, pero sin apuro y caminando con el caballo tomado de la brida, recreando en su mente el trágico momento, odiando a su padre desde lo más profundo de su ser. En ese estado de abstracción llegó a su casa en donde se encontró con su mujer, a quien la zozobra de no saber qué estaba sucediendo le había hecho reaccionar.
- ¿Qué le hiciste?
- Lo maté, porque eso no se le hace a una dama...
Pero más había sucedido. El abuelo del hombre fue avisado de lo que pasó y llegó hasta el lugar en donde su hijo había sido muerto a manos de su nieto. De inmediato envió a sus peones a casa del asesino, ordenándoles que le trajeran a su presencia.
Tarde reaccionó el marido cuando le cogieron y amarraron, llevándole al sitio donde a su padre había ultimado. El abuelo le pegó latigazos en la espalda mientras le decía: "¡¡eso no se le hace al padre de uno!! ¡¡el papá de uno es sagrado!! ¡¡¡aprende!!!"- en las marcas que le iban pegando quedaron marcas en las que le echaron ají picante, para luego soltarlo y verlo correr. Soltaron a un perro amarrado con mucha hambre y con mal de rabia, que le alcanzó y lo mordió hasta dejarlo agonizando. Segundos antes de morir el abuelo le maldijo:
- Maldita tu alma, que lleva a cuestas la muerte de su padre y que no dejará de vagar eternamente sin conseguir el perdón! ¡¡que tu pecado sea tu condena!!"
- El hombre quien ahora es el Silbón anda penando y mata a aquellos hombres que son mujeriegos con el saco en el cual lleva los huesos de su padre y de sus otras víctimas. Quienes le han visto y han sobrevivido para contarlo aseguran que es un ser muy delgado que mide más de tres metros y el tono de su piel es rojizo. Nadie se explica por qué ha tomado esta forma, pero hay quien dice que así lo moldeó el mismo Diablo, para que su andar sea más rápido.
- Te salvó el perro Porfirio, pues a lo único que teme es al ají picante, al látigo y al perro, que fueron los que lo mataron.
Mientras esta historia contaba el dueño del bar, a Porfirio se le había pasado el susto ayudado por el alcohol y por una hermosa joven que acompañada de su marido había entrado al bar.
- ¡Puros cuentos! ¡Más aguardiente! - decía Porfirio mientras observaba descaradamente a la joven, quien le correspondía con miradas socarronas mientras su marido no se daba cuenta por estar metido en el juego.
A una seña de la joven Porfirio sale a la parte de afuera del bar bajo la mirada desaprobadora del dueño quien le advirtió:
- ¿No tuviste suficientes problemas por esta noche Porfirio? No busques más problemas, quédate aquí hasta el amanecer.
Haciendo caso omiso Porfirio sale del local. Afuera, se encuentran Porfirio y la joven, quienes luego de provocarse mutuamante con palabras comienzan a abrazarse. Pasados unos minutos y luego de desplazarse a un rincón apartado en donde ambos ya están casi desnudos, Porfirio siente en su cabeza el contacto frío del arma del marido de la joven. En un momento de descuido, en el cual el marido iracundo la toma con la esposa infiel, Porfirio escapa a toda carrera con la ropa en sus manos, no sin sentir detonaciones y zumbidos de balas pasando cerca de él. Pero ya Porfirio se ha salido con la suya, ha tomado la suficiente distancia y muy lejos ya del lugar se detiene a tomar aire y vestirse, orgulloso de su nueva proeza.
Pero algo hace que Porfirio detenga todo pensamiento: un silbido, igual al que había escuchado hace rato ya cerca de la casa de Teresa. Porfirio queda inmóvil, mientras percibe como a pocos metros chocan objetos entre sí, que se le antojan como huesos dentro de un saco. Porfirio siente el impulso de dirigir la mirada hacia el lugar de donde viene tan escalofriante ruido. A su mente llega la imágen de un hombre muy alto y de tez rojiza que le observa, esperando un movimiento de su parte.
La lógica de Porfirio no da crédito a esta imágen que su mente proyecta. El pánico le invade mientras voltea su mirada. Escucha un silbido que le obliga a mirar hacia arriba...
Al día siguiente es encontrado un cuerpo totalmente deformado por las mutilaciones y sin un hueso en su interior, en un recodo del camino que va hacia el pueblo. No es posible identificar a quien pertenece ese cuerpo sin efectuar algún tipo de exámenes médicos. Por un anillo que encontraron cerca del lugar se presume que es el cuerpo de Porfirio. Si es así, algunos piensan que pudo haber sido algún marido engañado de los tantos que desean ver muerto al personaje en cuestión, sin embargo, a la mayoría de los residentes del pueblo se les ve temor en sus semblantes, pero nadie quiere emitir una opinión franca de lo sucedido.
Y es que por más de cien años este tipo de muertes se han visto ocasionalmente en todo el llano...
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